Wednesday, April 15, 2009

¿Acaso no será una locura hablar así de un fantasma invisible?


No se puede saber con exactitud. Todo es, de cierta forma, una locura, en tal caso. Lo mejor, ya se dijo, es la inacción. Todo el taoismo. Pero cuando no es la locura del encierro psiquiátrico y el aislamiento incomunicado, cuando no es el pozo negro de la psicosis, interpretar así deviene otra cosa. Más cerca de la poesía y de la filosofía, sobre todo si tiene que ver con la historia.

Un fantasma invisible. Un documento y la fama de un nombre, la memoria de una persona importante por muchos motivos, casi inolvidable para Occidente y lo que ahora es el retorno de Oriente con mil y un rostros.

Por pensar en Ana Comnena y leer La Alejiada. Hacer la interpretación rara de un texto raro, que, sin embargo, bien forma parte del canon institucional de la actual cultura de la globalización del orden del dólar.

El escrito de una mujer, los quince libros de La Alejiada. Un hecho fuera de serie, en su tiempo y geografía inmediatos, lo mismo que ahora, todavía ahora. Que una mujer escriba la historia de un momento por mil razones "crucial" para la historia universal, y que lo haga como testigo involucrado en el relato que trama. Un reto para la hermenéutica historiográfica --un modo radical de fundar la razón desde el principio de la realidad.

Interpretar el fantasma, los fanstasmas. Sin ilusión y sin magia, sin religión y sin más allá de la muerte. El fantasma y los fantasmas como la huella escrita que hace posible pensar, la gran amplitud del pensar. Cuando es pensable pensarla desde un documento en lengua inglesa, traducción de lo que se supone ella escribió en la lengua griega ática de la aristocracia del Imperio Romano de Oriente del siglo XI. Lo que ocurre como tiempo en nuestra memoria mediante este acto de comunicación, donde pasado y futuro se extienden, en efecto, hasta el infinito, sin límites.

Invisible. Pura escritura. Ana Comnena. Nuestro ejemplo actual en la aplicación de la psicosemiótica que en esta blog ya desarrollamos.

Llama la atención, entre muchas cosas, la inexistencia de la infancia. Es un mundo donde hay que madurar lo más pronto posible, no hay tiempo que perder. A los catorce años se está dispuesto a morir en la guerra o en el parto, no hay tiempo para más. La gente muere joven, muy joven, todo el tiempo.

Y las mujeres no pertenecen al orden público, siempre son cosa del patrimonio casero, hasta cuando actúan como emperatriz o compañera de guerra. Son las compañeras de un varón, las representantes de un varón. Como Ana, que está siempre situada entre su padre, su hermano y su esposo.

Que pueda escribir y que escriba lo que escribe son hechos excepcionales. Ninguna mujer de su época pudo tanto. Tener la educación que ella tuvo, superior a la de la mayoría de los varones. Más la facultad de escribir. Y escribir la historia del imperio, la historia de su padre el emperador.

Pero, entonces, es evidente que la idea de verdad de ella y la nuestra son diferentes. Sobre todo en lo referente a la verdad histórica. Dos estratos muy diferentes y muy distantes entre sí. Por eso también la emoción de interpretar, de interpretar La Alejiada.

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